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Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca. (Génesis 8, 10)
La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habián disminuido las aguas de encima de la tierra. (Génesis 8, 11)
Aún esperó otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió donde él. (Génesis 8, 12)
El año 601 de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra. Noé retiró la cubierta del arca, miró y he aquí que estaba seca la superficie del suelo. (Génesis 8, 13)
En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra. (Génesis 8, 14)
«Sal del arca tú, y contigo tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos. (Génesis 8, 16)
Salió, pues, Noé, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. (Génesis 8, 18)
Todos los animales, todos los ganados, todas las aves y todas las sierpes que reptan sobre la tierra salieron por familias del arca. (Génesis 8, 19)
Noé construyó un altar a Yahveh, y tomanda de todos las animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar. (Génesis 8, 20)
Al aspirar Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré al maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho. (Génesis 8, 21)
Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición. (Génesis 9, 2)
y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana. (Génesis 9, 5)