Encontrados 450 resultados para: Josué y los ancianos

  • Josué, hijo de Nun, envió secretamente desde Sittim dos espías con esta orden: «Id y explorad el país y Jericó.» Fueron y entraron en casa de una prostituta, llamada Rajab, y durmieron allí. (Josué 2, 1)

  • Entonces los dos hombres volvieron a bajar del monte, pasaron el río y fueron donde Josué, hijo de Nun, a quien contaron todo lo que les había ocurrido. (Josué 2, 23)

  • Dijeron a Josué: «Cierto que Yahveh ha puesto en nuestras manos todo el país; todos los habitantes del país tiemblan ya ante nosotros.» (Josué 2, 24)

  • Josué se levantó de mañana, partieron de Sittim y llegaron hasta el Jordán, él y todos los israelitas. Allí pernoctaron antes de pasar. (Josué 3, 1)

  • Josúe dijo al pueblo: «Purificaos, porque mañana Yahveh va a obrar maravillas en medio de vosotros.» (Josué 3, 5)

  • Y dijo Josué a los sacerdotes: «Tomad el arca de la alianza y pasad al frente del pueblo.» Ellos tomaron el arca de la alianza y partieron al frente del pueblo. (Josué 3, 6)

  • Yahveh dijo a Josué: «Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que, lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo. (Josué 3, 7)

  • Josué dijo a los Israelitas: «Acercaos y escuchad las palabras de Yahveh vuestro Dios.» (Josué 3, 9)

  • Y dijo Josué: «En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que arrojará ciertamente de delante de vosotros al cananeo, al hitita, al jivita, al perizita, al guirgasita, al amorreo y al jebuseo. (Josué 3, 10)

  • Cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, Yahveh habló a Josué y le dijo: (Josué 4, 1)

  • Llamó Josué a los doce hombres que había elegido entre los israelitas, uno por cada tribu, (Josué 4, 4)

  • Así lo hicieron los israelitas, según las órdenes de Josué: sacaron doce piedras del medio del Jordán, según el número de las tribus israelitas, como había mandado Yahveh a Josué, las llevaron al lugar donde iban a pasar la noche y las depositaron allí. (Josué 4, 8)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina