Encontrados 38 resultados para: midió

  • Había un pórtico en el atrio interior, frente al pórtico septentrional, lo mismo que en el pórtico oriental. Midió la distancia de un pórtico a otro: cien codos. (Ezequiel 40, 23)

  • Me condujo luego hacia el lado del mediodía: había allí un pórtico en dirección del mediodía; midió sus lonjas, sus pilastras y su vestíbulo: tenían las mismas dimensiones. (Ezequiel 40, 24)

  • El atrio interior tenía también un pórtico hacia el mediodía; midió la distancia de un pórtico a otro, en dirección del mediodía: cien codos. (Ezequiel 40, 27)

  • Luego me llevó al atrio, por el pórtico meridional; midió el pórtico meridional: tenía las mismas dimensiones. (Ezequiel 40, 28)

  • Me llevó al pórtico interior, hacia oriente, y midió el pórtico: (Ezequiel 40, 32)

  • Me llevó luego al pórtico septentrional y lo midió: tenía las mismas dimensiones: (Ezequiel 40, 35)

  • Midió el atrio. Tenía cien codos de largo y cien codos de ancho, o sea un cuadrado, y el altar estaba delante de la Casa. (Ezequiel 40, 47)

  • Me llevó al Vestíbulo de la Casa y midió las pilastras del Vestíbulo: cinco codos por cada lado; luego la anchura del pórtico: catorce codos; y las paredes laterales del pórtico: tres codos por cada lado. (Ezequiel 40, 48)

  • Me llevó dentro del Santo y midió sus pilastras: seis codos de ancho por un lado y seis codos de ancho por el otro. (Ezequiel 41, 1)

  • Anchura de la entrada: diez codos. Las paredes laterales de la entrada: cinco codos de ancho por un lado y cinco por el otro. Midió su longitud: cuarenta codos; y su anchura: veinte codos. (Ezequiel 41, 2)

  • Penetró en el interior y midió la pilastra de la entrada: dos codos; después la entrada: seis codos; y las paredes laterales de la entrada: siete codos. (Ezequiel 41, 3)

  • Midió su longitud: veinte codos; y su anchura: veinte codos delante del Santo; y me dijo: «Esto es el Santo de los Santos.» (Ezequiel 41, 4)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina