Encontrados 1423 resultados para: muerte de David

  • Irritóse mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía: «Dan miríadas a David y a mí millares; sólo le falta ser rey.» (I Samuel 18, 8)

  • Y desde aquel día en adelante miraba Saúl a David con ojos de envidia. (I Samuel 18, 9)

  • Al día siguiente se apoderó de Saúl un espíritu malo de Dios y deliraba en medio de la casa; David tocaba como otras veces. Tenía Saúl la lanza en la mano. (I Samuel 18, 10)

  • Blandió Saúl la lanza y dijo: «Voy a clavar a David en la pared.» Pero David le esquivó dos veces. (I Samuel 18, 11)

  • Temía Saúl a David porque Yahveh estaba con David y de Saúl se había apartado (I Samuel 18, 12)

  • David ejecutaba con éxito todas sus empresas y Yahveh estaba con él. (I Samuel 18, 14)

  • Todo Israel y Judá quería a David, pues salía y entraba a la cabeza de ellos. (I Samuel 18, 16)

  • Dijo Saúl a David: «Voy a darte por mujer a mi hija mayor Merab, tan sólo con que me seas valeroso y luches las batallas de Yahveh.» Saúl se había dicho: «Que no muera por mi mano, sino por mano de los filisteos.» (I Samuel 18, 17)

  • Dijo David a Saúl: «¿Quién soy yo y cuál es mi linaje, la casa de mi padre en Israel, para ser yerno del rey?» (I Samuel 18, 18)

  • Pero cuando llegó el tiempo de entregar a Merab, la hija de Saúl, a David, fue entregada a Adriel de Mejolá. (I Samuel 18, 19)

  • Mikal, hija de Saúl, se enamoró de David; se lo dijeron a Saúl y le agradó la noticia. (I Samuel 18, 20)

  • Dijo Saúl: «Se la entregaré, pero será para él un lazo, pues caerá sobre él la mano de los filisteos.» (Saúl, pues, dijo dos veces a David: «Ahora serás mi yerno.») (I Samuel 18, 21)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina