Encontrados 25046 resultados para: Él

  • El templo se llenó del humo que salía de la gloria de Dios y de su poder. Nadie podía entrar en el templo hasta la consumación de las siete plagas de los siete ángeles. (Apocalipsis 15, 8)

  • Oí una voz que salía del templo y decía a los siete ángeles: "Id y verted sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios". (Apocalipsis 16, 1)

  • El primero fue y vertió su copa sobre la tierra, y una úlcera cruel y maligna sobrevino a los hombres que tenían la marca de la bestia y adoraban su estatua. (Apocalipsis 16, 2)

  • El segundo vertió su copa sobre el mar, que se hizo como sangre de un muerto, y perecieron todos los seres vivientes del mar. (Apocalipsis 16, 3)

  • El tercero vertió su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, que se hicieron sangre. (Apocalipsis 16, 4)

  • Y oí al ángel de las aguas que decía: Tú eres justo; tú, el que es, el que era; tú, el santo, al haber castigado así. (Apocalipsis 16, 5)

  • Ellos han derramado la sangre de los santos y de los profetas, y tú les has dado a beber sangre: se lo merecían. (Apocalipsis 16, 6)

  • El cuarto vertió su copa sobre el sol, al que le dieron poder para quemar a los hombres con el fuego. (Apocalipsis 16, 8)

  • Los hombres fueron quemados con terribles quemaduras, y blasfemaron contra el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, en vez de arrepentirse para darle gloria. (Apocalipsis 16, 9)

  • El quinto vertió su copa sobre el trono de la bestia; su reino quedó sumergido en las tinieblas; las gentes se mordían la lengua de dolor, y (Apocalipsis 16, 10)

  • blasfemaban contra el Dios del cielo por los dolores de sus úlceras en vez de arrepentirse de sus obras. (Apocalipsis 16, 11)

  • El sexto vertió su copa sobre el río grande, el Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes del oriente. (Apocalipsis 16, 12)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina