Encontrados 193 resultados para: Diez

  • danzaban y cantaban a coro: "Saúl mató mil y David diez mil". (I Samuel 18, 7)

  • Saúl se irritó mucho y, muy enojado, dijo: "A David le dan diez mil y a mí me dan mil; ya no le falta más que el reino". (I Samuel 18, 8)

  • Los servidores dijeron a Aquís: "¿No es este David, el rey del país? ¿No es éste de quien se cantaba con danzas: Saúl mató mil y David diez mil?". (I Samuel 21, 12)

  • envió a diez jóvenes con esta orden: "Subid al Carmelo, presentaos a Nabal y saludadle de mi parte. (I Samuel 25, 5)

  • Unos diez días después, el Señor hirió a Nabal y murió. (I Samuel 25, 38)

  • ¿No es éste aquel David del cual se cantaba danzando: Saúl mató mil y David diez mil?". (I Samuel 29, 5)

  • y salió el rey y toda su casa detrás de él; pero el rey dejó diez concubinas para guardar la casa, (II Samuel 15, 16)

  • El ejército respondió: "No, tú no debes ir, porque si nosotros nos damos a la fuga, nadie se fijaría en nosotros; pero tú eres como diez mil hombres entre nosotros. Y es mejor que te quedes en la ciudad para venir a socorrernos". (II Samuel 18, 3)

  • Joab le contestó: "Si lo has visto, ¿por qué no lo has matado y tirado al suelo? Yo te hubiera dado diez monedas de plata y un cinturón". (II Samuel 18, 11)

  • Después llegaron diez jóvenes, escuderos de Joab, y lo remataron. (II Samuel 18, 15)

  • Los de Israel respondieron a los de Judá: "Nosotros tenemos diez partes en el rey, y además somos el primogénito. ¿Por qué nos despreciáis? ¿No hemos sido nosotros los primeros en hacer volver al rey?". Las palabras de los de Judá fueron más duras que las de los de Israel. (II Samuel 19, 44)

  • David entró en su palacio, en Jerusalén. Y el rey tomó a las diez concubinas que había dejado para guardar el palacio y las puso bajo su guardia. Él proveyó a su sustento, pero no volvió a tener relaciones con ellas, y estuvieron encerradas, como viudas, hasta el día de su muerte. (II Samuel 20, 3)


“Se você não entrega seu coração a Deus, o que lhe entrega?” “Você deve seguir outra estrada. Tire de seu coração todas as paixões deste mundo, humilhe-se na poeira e reze! Dessa forma, certamente você encontrará Deus, que lhe dará paz e serenidade nesta vida e a eterna beatitude na próxima.” São Padre Pio de Pietrelcina