Encontrados 60 resultados para: dura

  • Pero la casa de Israel no querrá escucharte a ti, como no quiere escucharme a mí, porque toda la casa de Israel es de cabeza dura y corazón de piedra. (Ezequiel 3, 7)

  • Pero mira, yo te doy una cara dura como la suya, una frente dura como la suya; (Ezequiel 3, 8)

  • he hecho tu frente dura como el diamante, más dura que la roca. No los temas ni te asustes de ellos. Son una raza de rebeldes". (Ezequiel 3, 9)

  • El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de treinta metros de alta por tres de ancha; la levantó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. (Daniel 3, 1)

  • ¡Grandes son sus prodigios, poderosas sus maravillas; su reino es un reino eterno, su imperio dura por todas las edades! (Daniel 3, 100)

  • Y ahora, Señor, Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano fuerte y te conseguiste una fama que dura hasta el presente, nosotros hemos sido pecadores y criminales. (Daniel 9, 15)

  • Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello". (Juan 6, 27)

  • Hombres de cabeza dura e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como fueron vuestros padres, así sois también vosotros. (Hechos 7, 51)

  • Hermanos, no queremos que ignoréis las grandes dificultades que encontramos en Asia. Fue tan dura la prueba y tan por encima de nuestras fuerzas, que perdimos toda esperanza de seguir viviendo. (II Corintios 1, 8)

  • aquéllos por rivalidad predican a Cristo, creyendo que así hacen más dura mi prisión. (Filipenses 1, 17)

  • Del Hijo, en cambio, afirma: Tu trono, oh Dios, dura eternamente; y: el cetro de tu reino es cetro de justicia. (Hebreos 1, 8)

  • Más bien, animaos mutuamente cada día mientras dura este "hoy", de modo que ninguno de vosotros se endurezca por la seducción del pecado. (Hebreos 3, 13)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina