Encontrados 48 resultados para: monedas

  • Y el rey respondió: "Está bien, anda y lleva una carta mía al rey de Israel". Partió Naamán llevando consigo unos trescientos cuarenta kilos de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de vestidos. (II Reyes 5, 5)

  • El asedio fue tan largo que se originó un hambre muy grande, hasta el punto de que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata, y un cuarto de puerros, cinco monedas de plata. (II Reyes 6, 25)

  • David pagó a Ornán por la era seiscientas monedas de oro, (I Crónicas 21, 25)

  • a dar para los trabajos del templo de Dios: ciento setenta mil kilos de oro, diez mil monedas de oro, trescientos cuarenta mil kilos de plata, seiscientos diez mil kilos de bronce y tres millones cuatrocientos mil kilos de hierro. (I Crónicas 29, 7)

  • Un carro por 600 monedas de plata y un caballo por 150. Por el mismo precio los mercaderes se los vendían también a los reyes hititas y sirios. (II Crónicas 1, 17)

  • en cambio, los gobernadores que me habían precedido habían gravado al pueblo, percibiendo de él, en concepto de pan y vino, cuarenta monedas de plata cada día; y sus criados también oprimían al pueblo; pero yo no obré así, porque temía a Dios. (Nehemías 5, 15)

  • Él: Salomón tenía una viña en Baal-Hamón, la encomendó a sus guardas. Cada uno tenía que pagarle por sus frutos mil monedas de plata... (Cantar 8, 11)

  • Mi propia viña ante mis ojos... ¡Las mil monedas para ti, oh Salomón, y doscientas para los guardas de su fruto! (Cantar 8, 12)

  • Aquel día todo lugar donde había mil cepas por valor de mil monedas de plata será reducido a espinas y zarzas. (Isaías 7, 23)

  • y compré a mi primo Janamel el campo de Anatot, y le pagué el precio: diecisiete monedas de plata. (Jeremías 32, 9)

  • Yo la compré por quince monedas de plata y seiscientos setenta y cinco kilos de cebada. (Oseas 3, 2)

  • Después les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y me pagaron treinta monedas de plata. (Zacarías 11, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina