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Éste es el texto del libro escrito por Baruc, hijo de Nerías, hijo de Majsías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jelcías, en Babilonia, (Baruc 1, 1)
Ya Baruc, el día diez del mes de siván, había recobrado los utensilios del templo del Señor, sacados del templo, para restituirlos a Judá; utensilios de plata, mandados hacer por Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá; (Baruc 1, 8)
Haz luego un simulacro de asedio contra ella; levanta contra ella torres movibles, amontona terraplenes, emplaza campamentos, sitúa arietes todo alrededor. (Ezequiel 4, 2)
Toma en seguida una sartén de hierro y colócala como muro de hierro entre ti y la ciudad. Fija en ella tus ojos; va a ser asediada y tú pondrás el cerco. Sea esto una señal para la casa de Israel. (Ezequiel 4, 3)
Después volverás tus ojos al asedio de Jerusalén y, extendiendo tu brazo desnudo, profetizarás contra ella. (Ezequiel 4, 7)
Mira; yo te amarro con cuerdas, de suerte que no te puedas dar la vuelta de un lado al otro hasta que no hayas cumplido los días de tu asedio. (Ezequiel 4, 8)
Cuando se cumplan los días del asedio, quemarás al fuego una tercera parte en medio de la ciudad, otra tercera parte la cortarás a espada en sus alrededores y la otra la esparcirás al viento, mientras que yo desenvainaré la espada detrás de ellos. (Ezequiel 5, 2)
Y si hasta el profeta se deja seducir y habla, es que yo, el Señor, he dejado a este profeta sucumbir a la seducción; y extenderé mi mano contra él y lo extirparé de en medio de mi pueblo Israel. (Ezequiel 14, 9)
te vestí con vestidos recamados, te di zapatos de cuero fino, te ceñí de lino y te cubrí de seda. (Ezequiel 16, 10)
Brillabas así de oro y de plata, cubierta de lino fino, de seda y bordados; flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada vez más hermosa y llegaste a la dignidad real. (Ezequiel 16, 13)
No le apoyará el Faraón en la guerra con grandes fuerzas ni muchos hombres cuando se levanten terraplenes y se construyan baluartes de asedio para exterminar a muchas personas. (Ezequiel 17, 17)
Y les dije: Tirad los ídolos que seducen vuestros ojos y no os contaminéis con los ídolos de Egipto: Yo soy el Señor, vuestro Dios. (Ezequiel 20, 7)