11. Al verlo, la reina palideció y, recostando su cabeza en el hombro de su dama, se desmayó. Dios entonces permitió que el corazón del rey se llenara de bondad. Muy asustado, saltó de su asiento y, tomándola en sus brazos para que se reanimara, la consolaba con estas dulces palabras:





“Sejam como pequenas abelhas espirituais, que levam para sua colméia apenas mel e cera. Que, por meio de sua conversa, sua casa seja repleta de docilidade, paz, concórdia, humildade e piedade!” São Padre Pio de Pietrelcina