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Jacob se buscó entonces unas ramas verdes de chopo, almendro y plátano. Peló la corteza de las ramas haciendo franjas que dejaban al descubierto el blanco de la madera. (Génesis 30, 37)
De hecho, le llegó la noticia a Faraón y buscó a Moisés para matarlo, pero Moisés huyó de la presencia de Faraón y se fue a vivir al país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo. (Exodo 2, 15)
Yavé estuvo con Josafat porque anduvo por los caminos que había seguido su padre David y no buscó a los Baales, (2 Crónicas 17, 3)
sino que buscó al Dios de sus padres, andando conforme a sus mandamientos, sin imitar lo que hacía Israel. (2 Crónicas 17, 4)
Buscó luego a Ocozías, al que agarraron en Samaria, donde se había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yavé con todo su corazón.» (2 Crónicas 22, 9)
Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que enseñaba el temor de Dios; y mientras buscó a Yavé, Dios le dio prosperidad. (2 Crónicas 26, 5)
Cuando se inauguró la muralla de Jerusalén, se buscó por todos los lugares a los levitas para traerlos a Jerusalén, con el fin de celebrar la inauguración con alegría, con cantos de acción de gracias y música de címbalos y cítaras. (Nehemías 12, 27)
También enterré a los que mató Senaquerib a su regreso de Judea, después del castigo que recibió del Rey del cielo, a causa de sus blasfemias. En su enojo, mató a muchos israelitas, y yo escondí sus cuerpos y los enterré. Senaquerib los buscó, pero no los encontró. (Tobías 1, 18)
si lo busco al norte, no lo encuentro; si vuelvo al mediodía, no lo veo. (Job 23, 9)
Y a mí, como busco ser perfecto, rescátame, Señor, ten piedad de mí. (Salmos 26, 11)
Una cosa al Señor, sólo le pido, la cosa que yo busco es habitar la casa del Señor mientras dure mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y cuidar de su santuario. (Salmos 27, 4)
Es tu rostro, Señor, lo que yo busco, no me escondas tu cara. Con enojo a tu siervo no rechaces; eres tú mi defensa, ¡no me abandones, no me dejes solo, mi Dios y Salvador! (Salmos 27, 9)