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  • La comida es para el estómago y el estómago para la comida; tanto el uno como la otra son cosas que Dios destruirá. En cambio el cuerpo no es para el sexo, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. (1º Carta a los Corintios 6, 13)

  • En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él. (1º Carta a los Corintios 6, 17)

  • En cambio, la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta falta al respeto a su cabeza; sería igual si se cortase el pelo al rape. (1º Carta a los Corintios 11, 5)

  • Ustedes, con todo, aspiren a los carismas más elevados, y yo quisiera mostrarles un camino que los supera a todos. (1º Carta a los Corintios 12, 31)

  • Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. (1º Carta a los Corintios 13, 1)

  • El que profetiza, en cambio, da a los demás firmeza, aliento y consuelo. (1º Carta a los Corintios 14, 3)

  • Hermanos, no sean niños en su modo de pensar. Sean como niños en el camino del mal, pero adultos en su modo de pensar. (1º Carta a los Corintios 14, 20)

  • Entiendan, pues, que hablar en lenguas es una señal para quienes no creen, pero no para los creyentes; en cambio, la profecía es para los creyentes, no para los que no creen. (1º Carta a los Corintios 14, 22)

  • Pues bien, esto es lo que predicamos tanto ellos como yo, y esto es lo que han creído. (1º Carta a los Corintios 15, 11)

  • Está escrito que el primer Adán era hombre dotado de aliento y vida; el último Adán, en cambio, será espíritu que da vida. (1º Carta a los Corintios 15, 45)

  • Tal vez me detenga entre ustedes algún tiempo y hasta pase ahí el invierno. Después ustedes me encaminarán adonde tenga que ir. (1º Carta a los Corintios 16, 6)

  • al igual que el Hijo de Dios, Cristo Jesús, el que tanto yo como Silvano y Timoteo predicamos, no fue sí y no; en él no hubo más que un sí. (2º Carta a los Corintios 1, 19)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina