Gefunden 30 Ergebnisse für: Cuyos

  • cuyos límites iban desde Sidón, en dirección de Guerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma, Gomorra, Adman y Seboyim, hasta Lesa. (Génesis 10, 19)

  • Harás también un enrejado de bronce en forma de red en cuyos cuatro ángulos habrá cuatro anillos de bronce, (Exodo 27, 4)

  • Colgarán de veinte columnas con otras tantas basas de bronce, cuyos ganchos y varillas serán de plata. (Exodo 27, 10)

  • con veinte columnas puestas en otras tantas basas de bronce, cuyos ganchos y varillas eran de plata. (Exodo 38, 10)

  • En verdad, ¿qué nación hay tan grande, cuyos dioses se acerquen a ella como lo hace para nosotros, siempre que lo invocamos, Yavé, nuestro Dios? (Deuteronomio 4, 7)

  • Selofjad, hijo de Jefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tenía hijos, sino solamente hijas, cuyos nombres son: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá. (Josué 17, 3)

  • Gedeón agregó: «Sólo quiero pedirles que me dé cada uno de ustedes un anillo de los del botín.» Esto lo dijo Gedeón, porque los vencidos eran ismaelitas, cuyos anillos eran de oro. (Jueces 8, 24)

  • Después, despidió Samuel al pueblo, y cada cual se fue a su casa. También Saúl se fue a la suya, en Guibea, acompañado de aquellos valientes cuyos corazones había movido el Señor. (1 Samuel 10, 26)

  • cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían podido exterminar, les impuso trabajos forzados y les hizo pagar tributos, hasta el día de hoy. (1 Reyes 9, 21)

  • Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito, Ismael, Searías, Obdías y Janán. Estos fueron los hijos de Asel. (1 Crónicas 9, 44)

  • cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían exterminado, Salomón los sometió a servidumbre que dura hasta el día de hoy. (2 Crónicas 8, 8)

  • ¿Qué decir de los que viven en casas de barro, cuyos cimientos no son más que de polvo, (Job 4, 19)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina