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  • recuperaron el Templo famoso en todo el mundo, liberaron la ciudad y restablecieron las leyes que estaban a punto de ser abolidas, pues el Señor les fue propicio con toda bondad. (2 Macabeos 2, 22)

  • Pero un tal Simón, sacerdote de la tribu de Bilgá, administrador del Templo, se enemistó con el Sumo Sacerdote porque decía que a él le correspondía la fiscalización de los mercados de la ciudad. (2 Macabeos 3, 4)

  • En fin, Onías mostró que era del todo imposible defraudar a los que habían puesto su confianza en la santidad del Lugar y en la majestad inviolable de aquel Templo venerado en todo el mundo. (2 Macabeos 3, 12)

  • Mientras ellos suplicaban al Señor Todopoderoso para que guardara intactos y seguros los depósitos del Templo para aquellos que los habían entregado, (2 Macabeos 3, 22)

  • Los judíos, mientras tanto, bendecían al Señor, que había llenado de gloria su Lugar Santo. El Templo, poco antes inundado de temor y miedo, se llenó de gozo y alegría por la extraordinaria manifestación de Dios. (2 Macabeos 3, 30)

  • Simón, antes mencionado, delator de los tesoros del Templo y traidor a la patria, calumniaba a Onías como si él hubiera maquinado lo que había espantado a Heliodoro y fuera la causa de lo que andaba mal. (2 Macabeos 4, 1)

  • Menelao pensó aprovechar aquella oportunidad, y robó algunos objetos de oro del Templo, que regaló a Andrónico; también logró vender otros en Tiro y en las ciudades de los alrededores. (2 Macabeos 4, 32)

  • No contento con esto, Antíoco se atrevió a entrar en el Templo más santo de toda la tierra, guiado por Menelao, el traidor a las leyes y a la patria. (2 Macabeos 5, 15)

  • Con sus manos manchadas tomó los vasos sagrados y arrebató con sus manos profanas los objetos que otros reyes habían regalado para gloria y honor del Templo. (2 Macabeos 5, 16)

  • Pero, al actuar Antíoco en forma tan insolente, no sabía que el Señor lo dejaba profanar su Templo para castigar a los habitantes de la ciudad, porque sus pecados lo habían hecho enojarse. (2 Macabeos 5, 17)

  • Pero no había escogido Dios al pueblo para el Templo, sino el Templo para la nación. (2 Macabeos 5, 19)

  • Por esto, también el Templo ha participado de las desgracias de la nación, así como después participó de su restauración, y tras haber sido abandonado en el tiempo de la ira de Dios, de nuevo fue restablecido en su gloria cuando se apaciguó el Señor Altísimo. (2 Macabeos 5, 20)


“Aquele que procura a vaidade das roupas não conseguirá jamais se revestir com a vida de Jesus Cristo.” São Padre Pio de Pietrelcina