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  • Sus viudas son más numerosas que las arenas del mar. He dejado caer al salteador, en pleno día, sobre las madres de los jóvenes guerreros; de repente, se han apoderado de ellas el miedo y el terror. (Jeremías 15, 8)

  • Al día siguiente, sacó Pasjur a Jeremías del calabozo. Entonces Jeremías le dijo: «Para Yavé, ahora, no eres más Pasjur, sino que te ha llamado: Terror para todos.» (Jeremías 20, 3)

  • Porque así dice Yavé: «Yo te entregaré al terror, junto con tus amigos, los cuales serán muertos por sus enemigos ante tus propios ojos. (Jeremías 20, 4)

  • Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste. Producirán terror a todos los reinos de la tierra, y serán motivo de maldición, de admiración, de burla y de risa para todas las naciones adonde los arroje. (Jeremías 29, 18)

  • Esto dice Yavé: He oído un grito de terror, de pánico, no de paz. (Jeremías 30, 5)

  • Tú sacaste a tu pueblo Israel de Egipto, en medio de milagros y prodigios, actuando con mano firme y dando grandes golpes, provocando un gran terror. (Jeremías 32, 21)

  • Pero, ¿qué es lo que veo? Ellos se acobardan y retroceden. Los más valientes son derrotados, huyen sin volver la cabeza, ¡Terror por todas partes! dice Yavé. (Jeremías 46, 5)

  • ¡El terror, la fosa y la trampa son para ti, habitante de Moab!, dice Yavé. (Jeremías 48, 43)

  • El que escape del terror, caerá en la fosa, y el que salga de la fosa, quedará preso en la trampa. Sí, todas estas calamidades enviaré sobre Moab el año de su castigo, dice Yavé. (Jeremías 48, 44)

  • Pues bien, yo trataré de que el terror se abalance contra ti por todas partes: todos huirán, cada uno por su lado, y no habrá nadie para reunir a los fugitivos. (Jeremías 49, 5)

  • Damasco, acobardado, se dispone a huir, el terror la invade. (Jeremías 49, 24)

  • Nuestro destino es el terror, sepulcro, desolación y ruina. (Lamentaciones 3, 47)


“Se quisermos colher é necessário não só semear, mas espalhar as sementes num bom campo. Quando as sementes se tornarem plantas, devemos cuidá-las para que as novas plantas não sejam sufocadas pelas ervas daninhas.” São Padre Pio de Pietrelcina