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  • - después de salir de Jerusalén el rey Jeconías y la Gran Dama, los eunucos, los jefes de Judá y Jerusalén, los herreros y cerrajeros -, (Jeremías 29, 2)

  • por toda la maldad de los hijos de Israel y de los hijos de Judá, que, para provocarme, obraron ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y profetas, el hombre de Judá y el habitante de Jerusalén, (Jeremías 32, 32)

  • Todos los jefes y todo el pueblo que entraba en el acuerdo obedecieron, dejando libres quién a su siervo, quién a su esclava, dándoles la libertad de modo que no hubiese entre ellos más esclavos: obedecieron y les dejaron libres. (Jeremías 34, 10)

  • a los jefes de Judá, los jefes de Jerusalén, los eunucos, los sacerdotes y todo el pueblo de la tierra que han pasado por entre los pedazos del becerro, (Jeremías 34, 19)

  • Y a Sedecías, rey de Judá, y a sus jefes les pondré en manos de sus enemigos y de quienes buscan su muerte y del ejército del rey de Babilonia que se ha retirado de vosotros. (Jeremías 34, 21)

  • y les llevé a la Casa de Yahveh, a la cámera de Ben Yojanán, hijo de Yigdalías, hombre de Dios, la cual cámara está al lado de la de los jefes, y encima de la de Maaseías, hijo de Sallum, guarda del umbral, (Jeremías 35, 4)

  • baja a la casa del rey, al cuarto del escriba, y se encuentra con que allí estaban todos los jefes sentados: el escribano Elisamá, Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Akbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedecías, hijo de Jananías, y todos los demás jefes. (Jeremías 36, 12)

  • Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc, hijo de Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos. (Jeremías 36, 14)

  • Dicen los jefes a Baruc: «Vete, escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis.» (Jeremías 36, 19)

  • Entonces envió el rey a Yehudí a apoderarse del rollo, y éste lo tomó del cuarto de Elisamá el escriba. Y Yehudí lo leyó en voz alta al rey y a todos los jefes que estaban en pie en torno al rey. (Jeremías 36, 21)

  • Dice Jeremías: «¡Falso! Yo no me paso a los caldeos.» Pero Yiriyías no le hizo caso, y poniendo preso a Jeremías, le llevó a los jefes, (Jeremías 37, 14)

  • Y dijeron aquellos jefes al rey: «Ea, hágase morir a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas. Porque este hombre no procura en absoluto el bien del pueblo, sino su daño.» (Jeremías 38, 4)


“Temos muita facilidade para pedir, mas não para agradecer”. São Padre Pio de Pietrelcina