Gefunden 24 Ergebnisse für: Promesas

  • Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios. (II Corintios 7, 1)

  • Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. (Gálatas 3, 16)

  • Según eso, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley. (Gálatas 3, 21)

  • de forma que no os hagáis indolentes, sino más bien imitadores de aquellos que, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas. (Hebreos 6, 12)

  • mas aquél, sin pertenecer a su genealogía, recibió el diezmo de Abraham, y bendijo al que tenía las promesas. (Hebreos 7, 6)

  • Mas ahora ha obtenido él un ministerio tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza, como fundada en promesas mejores. (Hebreos 8, 6)

  • Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. (Hebreos 11, 9)

  • En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra. (Hebreos 11, 13)

  • Por la fe, Abraham, sometido a la prueba, presentó a Isaac como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su unigénito , (Hebreos 11, 17)

  • Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; (Hebreos 11, 33)

  • Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas. (Hebreos 11, 39)

  • por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. (II Pedro 1, 4)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina