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Yahveh, vuestro Dios, os ha multiplicado y sois ahora tan numerosos como las estrellas del cielo. (Deuteronomio 1, 10)
¿Adónde vamos a subir? Nuestros hermanos nos han descorazonado al decir: Es un pueblo más grande y corpulento que nosotros, las ciudades son grandes y sus murallas llegan hasta el cielo. Y hasta anaquitas hemos visto allí.» (Deuteronomio 1, 28)
que era el que os precedía en el camino y os buscaba lugar donde acampar, con el fuego durante la noche para alumbrar el camino que debíais seguir, y con la nube durante el día. (Deuteronomio 1, 33)
Desde hoy comienzo a infundir terror y miedo de ti entre todos los pueblos que hay debajo del cielo: al tener noticia de tu llegada temblarán todos y se estremecerán.» (Deuteronomio 2, 25)
vosotros os acercasteis y permanecisteis al pie de la montaña, mientras la montaña ardía en llamas hasta el mismo cielo, entre tinieblas de nube y densa niebla. (Deuteronomio 4, 11)
Yahveh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais rumor de palabras, pero no percibíais figura alguna, sino sólo una voz. (Deuteronomio 4, 12)
Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb de en medio del fuego, (Deuteronomio 4, 15)
figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de alguna de las aves que vuelan por el cielo, (Deuteronomio 4, 17)
Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo, (Deuteronomio 4, 19)
porque Yahveh tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso. (Deuteronomio 4, 24)
pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra que desapareceréis rápidamente de esa tierra que vais a tomar en posesión al pasar el Jordán. No prolongaréis en ella vuestros días, porque seréis completamente destruidos. (Deuteronomio 4, 26)
Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un extremo a otro del cielo palabra tan grande como ésta? ¿Se oyó semejante? (Deuteronomio 4, 32)