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  • y germinó y se hizo una vid desbordante, de poca altura; sus sarmientos tiraban hacia el águila y sus raíces estaban bajo ella. Se hizo una vid, echó ramas, multiplicó los sarmientos. (Ezequiel 17, 6)

  • Echó un ramo robusto, que llegó a ser cetro real. Su tronco sobresalió entre los arbustos, se distinguía por su altura y su abundancia de sarmientos. (Ezequiel 19, 11)

  • A un cedro del Líbano de espléndido ramaje, espesa fronda y altura sublime; entre las nubes despuntaba su copa. (Ezequiel 31, 3)

  • Así aquel cedro superó en altura a todos los árboles del campo; crecieron sus ramas sin cuento, su ramaje se alargaba por la abundancia de agua que junto a él corría. (Ezequiel 31, 5)

  • Pues bien, esto dice el Señor Dios: Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza, (Ezequiel 31, 10)

  • para que ningún árbol plantado al borde del agua se engría por su altura ni levante su copa por entre las nubes, y para que no confíen en sí mismos y en su altura cuantos son regados por las aguas. Pues todos ellos están destinados a la muerte, a la morada subterránea, entre los hijos del hombre, entre los que bajan a la fosa. (Ezequiel 31, 14)

  • Las mesas tenían un reborde de veinticinco centímetros de altura alrededor, y sobre ellas se ponía la carne de las víctimas sacrificadas. (Ezequiel 40, 43)

  • De la base que estribaba en el suelo hasta el zócalo inferior, un metro de altura por medio de anchura; desde el zócalo inferior, un metro de altura por medio de anchura, y desde el zócalo pequeño hasta el grande, dos metros de altura por medio de anchura. (Ezequiel 43, 14)

  • El fogón, de dos metros de altura, y de su ángulo emergían cuatro cuernos. (Ezequiel 43, 15)

  • Ésta era la visión de mi espíritu, en mi cama. Yo veía en medio de la tierra un árbol de impresionante altura. (Daniel 4, 7)

  • ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 8, 39)

  • para éstos, olor de muerte que mata; para aquéllos, olor de vida que da vida. ¿Y quién está a la altura de tal misión? (II Corintios 2, 16)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina