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  • Clamé al Señor en mi angustia, hacia mi Dios alcé mi grito: y él escuchó mi voz desde su templo, mi grito llegó hasta sus oídos. (II Samuel 22, 7)

  • Pasaron el Jordán y, comenzando por Aroer y la ciudad que está al fondo del valle, fueron a Gad y hacia Yazer. (II Samuel 24, 5)

  • Después fueron a Galaad y al país de los hititas, a Cades; pasaron a Dan, y desde Dan se volvieron hacia Sidón. (II Samuel 24, 6)

  • Cuando Ornán vio al rey, que con sus servidores se dirigía hacia él, se adelantó y se postró ante él rostro en tierra. (II Samuel 24, 20)

  • Su padre no le había reprendido en su vida, ni le había pedido cuentas de lo que hacía. Era de aspecto muy gallardo, y había nacido después de Absalón. (I Reyes 1, 6)

  • Hacia ti, ¡oh rey, mi señor!, se dirigen los ojos de todo Israel, para que les manifiestes quién se debe sentar en el trono del rey, mi señor, después de él. (I Reyes 1, 20)

  • la cual descansaba sobre doce toros, tres de ellos vueltos al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste, y todas sus partes traseras quedaban hacia dentro. (I Reyes 7, 25)

  • toda oración, toda súplica que te dirija cualquier persona o todo tu pueblo Israel, reconociendo cada uno la plaga de su propio corazón y extendiendo sus manos hacia este templo, (I Reyes 8, 38)

  • Cuando tu pueblo salga a la guerra contra sus enemigos por el camino que tú les hayas señalado, si rezan al Señor vueltos hacia la ciudad que tú has elegido y hacia el templo que yo he construido a tu nombre, (I Reyes 8, 44)

  • si se convierten a ti con todo su corazón y con toda su alma en la tierra de su cautividad, a la que han sido deportados; si rezan vueltos hacia la tierra que diste a sus padres, hacia la ciudad que tú has elegido y hacia el templo que yo he construido a tu nombre, (I Reyes 8, 48)

  • Al terminar de hacer al Señor esta oración y súplica, Salomón se levantó de delante del altar del Señor, donde estaba arrodillado, y con las manos levantadas hacia el cielo, (I Reyes 8, 54)

  • sino que incline nuestro corazón hacia él, para que sigamos sus caminos y guardemos todos sus mandatos, sus leyes y sus preceptos, los que prescribió a nuestros padres. (I Reyes 8, 58)


“Seja grato e beije docemente a mão de Deus. É sempre a mão de um pai que pune porque lhe quer bem” São Padre Pio de Pietrelcina