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  • Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes han cumplido, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado; (Hechos 13, 27)

  • él se apareció durante muchos días a los que habían ido con él de Galilea a Jerusalén, y que ahora son sus testigos ante el pueblo. (Hechos 13, 31)

  • Después de un altercado y discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos, se decidió que Pablo y Bernabé y algunos otros de entre ellos fueran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los presbíteros. (Hechos 15, 2)

  • Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros, y entonces contaron todo lo que Dios había hecho con ellos. (Hechos 15, 4)

  • Según iban pasando por las ciudades, les comunicaban, para que los guardaran, los decretos dados por los apóstoles y los presbíteros de Jerusalén. (Hechos 16, 4)

  • Después de esos sucesos, Pablo se propuso atravesar Macedonia y Acaya e ir a Jerusalén. Se decía: "Debo visitar también Roma". (Hechos 19, 21)

  • Pablo había resuelto pasar de largo por Éfeso para no perder tiempo en Asia, pues tenía prisa por encontrarse en Jerusalén el día de pentecostés, si era posible. (Hechos 20, 16)

  • Y ahora voy a Jerusalén empujado por el Espíritu, sin saber lo que allí me va a suceder; (Hechos 20, 22)

  • Encontramos a los discípulos y estuvimos con ellos una semana. Ellos, movidos por el Espíritu, decían a Pablo que no fuera a Jerusalén. (Hechos 21, 4)

  • el cual fue a nuestro encuentro, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo: "Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán en Jerusalén los judíos al hombre de quien es este cinto y lo entregarán en manos de los paganos". (Hechos 21, 11)

  • Cuando oímos esto, le suplicamos, tanto nosotros como los de aquel lugar, que no fuera a Jerusalén. (Hechos 21, 12)

  • Pablo respondió: "¿Qué hacéis llorando y partiéndome el corazón? Yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre de Jesús, el Señor". (Hechos 21, 13)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina