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El rey prosiguió: "¿Quién está en el patio?". (En aquel momento acababa de entrar Amán en el patio exterior de palacio para pedir al rey que se colgase a Mardoqueo en el patíbulo que él había preparado). (Ester 6, 4)
Abridme las puertas de la justicia, que voy a entrar a dar gracias al Señor. (Salmos 118, 19)
Salió rápidamente de Jerusalén para hacerles frente en la región de Jamat, sin darles tiempo de entrar en su territorio. (I Macabeos 12, 25)
Sitió la ciudad, mientras las naves se situaban en el mar. Así la ciudad quedó cercada por tierra y por mar, sin que nadie pudiera entrar ni salir. (I Macabeos 15, 14)
El rey Antíoco acampó frente a Dora, en el suburbio, avanzando siempre con sus fuerzas, sirviéndose de las máquinas. Estrechó el cerco tanto, que nadie podía ni entrar ni salir. (I Macabeos 15, 25)
En el día señalado se dispuso a entrar para inspeccionar aquellas riquezas, (II Macabeos 3, 14)
Estaba ya con su escolta junto al tesoro del templo, cuando el Señor de los espíritus y rey de todo poder se manifestó con tan gran majestad que todos los que se habían atrevido a entrar en el templo, fulminados a la vista del poder de Dios, quedaron impotentes y atemorizados. (II Macabeos 3, 24)
No fue esto sólo. El rey tuvo la osadía de entrar en el templo más santo de la tierra, guiado por Menelao, traidor a su patria y a sus leyes. (II Macabeos 5, 15)
No pudiendo entrar en la ciudad porque habían cerrado las puertas, se retiró con intención de volver otra vez y exterminar de raíz a todos los habitantes de Jafa. (II Macabeos 12, 7)
Apenas los había pasado cuando encontré al amor de mi vida. Lo abracé y no lo he de soltar hasta que no lo haga entrar en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me engendró. (Cantar 3, 4)
Habrá que entrar allá con flechas y arcos porque todo el país será espinas y zarzas. (Isaías 7, 24)
Despierta, despierta, vístete de tu fuerza, Sión; ponte tus vestidos más espléndidos, Jerusalén, ciudad santa. Pues ya no volverá a entrar en ti el incircunciso ni el impuro. (Isaías 52, 1)