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El Espíritu me dijo que los siguiera sin vacilar. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. (Hecho de los Apóstoles 11, 12)
Entonces me acordé de la palabra del Señor, que dijo: "Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo." (Hecho de los Apóstoles 11, 16)
Al ver lo acontecido, el Gobernador abrazó la fe, pues quedó muy impresionado por la doctrina del Señor. (Hecho de los Apóstoles 13, 12)
El Dios de Israel, nuestro pueblo, eligió a nuestros padres. Hizo que el pueblo se multiplicara durante su permanencia en Egipto, los sacó de allí con hechos poderosos, (Hecho de los Apóstoles 13, 17)
Se despertó el carcelero y vio todas las puertas de la cárcel abiertas. Creyendo que los presos se habían escapado, sacó la espada para matarse, (Hecho de los Apóstoles 16, 27)
Después los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?» (Hecho de los Apóstoles 16, 30)
Fueron a la prisión acompañados por un grupo de amigos de Pablo y les pidieron que se marcharan, diciéndoles: «¡Cómo íbamos a pensar que ustedes fueran muy buena gente!» Y cuando Pablo y Silas estaban para irse, les rogaron: «Ahora que se van libres, por favor, no nos hagan problemas por haberles hablado duramente». (Hecho de los Apóstoles 16, 39)
Los que acompañaban a Pablo lo llevaron a Atenas, y después regresaron a Berea con instrucciones para Timoteo y Silas de que fueran a reunirse con él lo antes posible. (Hecho de los Apóstoles 17, 15)
Siendo Galión gobernador de Acaya, los judíos acordaron unánimemente hacer una manifestación contra Pablo; lo llevaron ante el tribunal y lo acusaron (Hecho de los Apóstoles 18, 12)
Pablo se quedó en Corinto todavía por bastante tiempo. Después se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria, acompañado por Priscila y Aquila. Había hecho un voto, y solamente en el puerto de Cencreas se cortó el pelo. (Hecho de los Apóstoles 18, 18)
Después de todos estos acontecimientos, Pablo tomó su decisión en el Espíritu: ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya. Y decía: «Después de llegar allí, tengo que ir también a Roma.» (Hecho de los Apóstoles 19, 21)
Estén, pues, atentos, y recuerden que durante tres años no he dejado de aconsejar a cada uno de ustedes noche y día, incluso entre lágrimas. (Hecho de los Apóstoles 20, 31)