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Amasías, rey de Judá, después de haber consultado, mandó mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: «Sube y nos veremos las caras.» (2 Crónicas 25, 17)
Nekó le mandó mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra otro con el cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.» (2 Crónicas 35, 21)
Todos éstos enviaron a Holofernes mensajeros para decirle en son de paz: (Judit 3, 1)
Mientras cenaban, el rey volvió a decirle a Ester: «¡Dime, te ruego, qué deseas para poder dártelo! Dímelo, no más, pues aunque sea la mitad de mi reino, te la daré.» (Ester 5, 6)
Si se apodera de una presa, ¿quién se lo impedirá? ¿Quién podrá decirle: qué es lo que haces? (Job 9, 12)
El no es un hombre como yo, para decirle: Comparezcamos juntos en juicio. (Job 9, 32)
Quiero decirle a Dios: No me condenes; dime por qué me has demandado. (Job 10, 2)
al decirle: Qué te importa? No te alcanza mi pecado. (Job 35, 3)
Enséñame qué debemos decirle... Quedémonos aquí que ya viene la oscuridad. (Job 37, 19)
fueron donde el rey para decirle: «¿Hasta cuándo esperarás para hacernos justicia y vengar a nuestros hermanos? (1 Macabeos 6, 22)
para decirle: «Hemos detenido a tu hermano Jonatán a causa del dinero que debe al tesoro real por el cargo que desempeñaba. (1 Macabeos 13, 15)
Envió a Atenobio, uno de sus amigos, para entrevistarse con él y decirle: «Ustedes han ocupado Jafa, Gazer y la ciudadela de Jerusalén, ciudades de mi reino. (1 Macabeos 15, 28)