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  • Con esto se pusieron a sí mismos en una situación difícil, pues aquellos que tomaban como modelos y cuyas costumbres querían imitar en todo vinieron a ser sus enemigos y tiranos. (2 Macabeos 4, 16)

  • De esta manera, hirieron a muchos de ellos, mataron a algunos, y al resto lo pusieron en fuga. En cuanto al ladrón sacrílego Lisímaco, lo ajusticiaron junto al tesoro. (2 Macabeos 4, 42)

  • Luego se pusieron en marcha bajo las órdenes de su jefe y la lucha se entabló cerca de Desau. (2 Macabeos 14, 16)

  • Deja los límites que tus padres pusieron donde han estado siempre. (Proverbios 22, 28)

  • No se fijen en que estoy morena, el sol fue el que me tostó. Los hijos de mi madre, enojados contra mí, me pusieron a cuidar las viñas. Mi viña yo la había descuidado. (Cantar 1, 6)

  • Los escondrijos donde se refugiaron no los pusieron al abrigo del miedo: ruidos espantosos resonaban a su derredor, y se les aparecían espectros lívidos, de rasgos lúgubres. (Sabiduría 17, 4)

  • después de haber autorizado a tu pueblo a que se fuera y de haberlo incluso empujado a ello, cambiaron de parecer y se pusieron a perseguirlo. (Sabiduría 19, 2)

  • Los que temen al Señor salvarán su vida porque pusieron su esperanza en el que los puede salvar. (Sirácides (Eclesiástico) 34, 13)

  • Todos entonces se descorazonaron, y sus manos se pusieron a temblar; se sentían tan angustiados como una mujer que va a dar a luz. (Sirácides (Eclesiástico) 48, 19)

  • Senaquerib levantó su campamento y se fue. Y de regreso se quedó en Nínive. Un día, mientras estaba adorando, dentro del templo, a Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sareser lo asesinaron a puñaladas y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Le sucedió en el trono su hijo Asaradón. (Isaías 37, 37)

  • Ellos no me obedecieron ni escucharon mi mandato. Se pusieron duros de cabeza, para no oír ni aceptar mis advertencias. (Jeremías 17, 23)

  • Yo no mandé a estos profetas ¡y vinieron corriendo! Tampoco les hablé y se pusieron a profetizar. (Jeremías 23, 21)


“O mais belo Credo é o que se pronuncia no escuro, no sacrifício, com esforço”. São Padre Pio de Pietrelcina