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  • En seguida mandó al superintendente del palacio, Eliaquim, al secretario Sobná y a los sacerdotes ancianos, vestidos de sacos, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós, (Isaías 37, 2)

  • Esta fue la palabra de Yavé: «Anda a comprarte un jarro de greda. Que te acompañen algunos ancianos del pueblo y algunos sacerdotes. (Jeremías 19, 1)

  • Incluso se levantaron algunos de los ancianos del país y dijeron ante la gente reunida: (Jeremías 26, 17)

  • Esta es la carta que el profeta Jeremías escribió desde Jerusalén a los ancianos que no habían muerto, sino que estaban cautivos, a los sacerdotes, profetas y al pueblo en general que Nabucodonosor había desterrado de Jerusalén a Babilonia. (Jeremías 29, 1)

  • Llamé a mis amigos, pero me traicionaron. Mis sacerdotes y mis ancianos han muerto en la ciudad, mientras se buscaban alimento para reanimarse. (Lamentaciones 1, 19)

  • Los ancianos de la Hija de Sión, en silencio, están sentados en tierra; se echaron ceniza en la cabeza, se vistieron de saco. Las jóvenes de Jerusalén inclinan hasta el suelo la cabeza. (Lamentaciones 2, 10)

  • Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; mataste en el día de tu cólera, mataste sin compasión. (Lamentaciones 2, 21)

  • Colgaron a los príncipes y no respetaron al resto de los ancianos. (Lamentaciones 5, 12)

  • Los ancianos dejaron de acudir a la puerta, los muchachos dejaron de cantar. (Lamentaciones 5, 14)

  • Estaban todos los personajes de la familia real, los ancianos y el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, cuantos habitaban en Babilonia junto al río Sud. (Baruc 1, 4)

  • Desgracia tras desgracia,una mala noticia tras otra;los profetas no tendrán más visiones,los sacerdotes, nada más que decir, los ancianos no sabrán más qué aconsejar. (Ezequiel 7, 26)

  • El año sexto, el día quinto del sexto mes, estaba sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí. Entonces la mano de Yavé se posó sobre mí. (Ezequiel 8, 1)


“Deus não opera prodígios onde não há fé.” São Padre Pio de Pietrelcina