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  • Desde tu templo que domina Jerusalén, donde los reyes te aportan sus ofrendas, (Salmos 68, 30)

  • sean borrados del libro de los vivos, no sean inscritos en la lista de los justos. (Salmos 69, 29)

  • ¡Hagan votos al Señor, al Dios de ustedes, y vengan de todas partes a cumplirlos, traigan ofrendas para el Dios terrible! (Salmos 76, 12)

  • Según él, se suprimían las víctimas consumidas por el fuego, los sacrificios y otras ofrendas en el Santuario. Se debía tener por días ordinarios no sólo los sábados, sino también las fiestas sagradas. (1 Macabeos 1, 45)

  • Y así como había bajado fuego del cielo por la oración de Moisés, para consumir las ofrendas y la víctima sacrificada, lo mismo, por la oración de Salomón, bajó fuego del cielo y consumió la víctima. (2 Macabeos 2, 10)

  • Este hecho se leía también en los archivos y en las Memorias del tiempo de Nehemías. Ahí contaban que Nehemías inició una biblioteca y reunió los libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David y las cartas de los reyes relativas a las ofrendas. (2 Macabeos 2, 13)

  • No digas: "Dios tomará en cuenta mis numerosas ofrendas; se las presentaré al Altísimo y las aceptará". (Sirácides (Eclesiástico) 7, 9)

  • Teme al Señor y honra al sacerdote; dale su parte como se te ha mandado: las primeras cosechas de tu campo, el sacrificio por el pecado, el lomo de las víctimas, las ofrendas santas y las primicias de las cosas sagradas. (Sirácides (Eclesiástico) 7, 31)

  • Hijo mío, haz buen uso de todo lo que tengas, y preséntale al Señor ofrendas generosas. (Sirácides (Eclesiástico) 14, 11)

  • Dejar ofrendas de alimentos en las tumbas es presentar cosas buenas a una boca cerrada; (Sirácides (Eclesiástico) 30, 18)

  • Al Altísimo no le agradan las ofrendas de los impíos; sus pecados no serán perdonados a fuerza de sacrificios. (Sirácides (Eclesiástico) 34, 19)

  • El que observa la Ley hace más que multiplicar las ofrendas; apegarse a los mandamientos es ofrecer un sacrificio de comunión. (Sirácides (Eclesiástico) 35, 1)


“Para mim, Deus está sempre fixo na minha mente e estampado no meu coração.” São Padre Pio de Pietrelcina