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Entonces todo a la vez quedó como polvo, el hierro, la loza, el bronce, la plata y el oro, como capotillo de la cosecha, y el viento se lo llevó sin que quedara rastro. (Daniel 2, 35)
A ti, ¡oh, rey!, el más poderoso entre todos los reyes, Dios te ha dado el reino, el imperio, el poder y la gloria. Los hombres, los animales y los pájaros, dondequiera que habiten, los ha puesto Dios bajo tu mano. Dios te ha hecho su soberano y, por eso, la cabeza de oro eres tú. (Daniel 2, 38)
Es el significado de la piedra que has visto desprenderse del monte sin ayuda de ninguna mano y que redujo a polvo el hierro, el bronce, la loza, la plata y el oro. El Dios grande te ha revelado lo que ha de venir. ¿No es cierto que éste fue tu sueño? Entonces puedes estar seguro de la explicación.» (Daniel 2, 45)
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de treinta metros de alto por tres metros de ancho, y la colocó en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia. (Daniel 3, 1)
en el momento en que oigan la trompeta, la flauta, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y cualquier música, ustedes tendrán que postrarse y adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. (Daniel 3, 5)
Por eso, en cuanto se oyó la trompeta, la flauta, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, los hombres de todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. (Daniel 3, 7)
Tú, ¡oh rey!, has ordenado que al oír las trompetas, todos se postren y adoren la estatua de oro, (Daniel 3, 10)
Hay algunos judíos -Sidrac, Misac y Abdénagoa los que has encargado la administración de la provincia de Babilonia, y que no te han hecho caso; no sirven a tus dioses y no adoran la estatua de oro que has levantado. (Daniel 3, 12)
El les dijo: «¿Es verdad que ustedes no veneran a mis dioses y no adoran la estatua de oro que yo he levantado? (Daniel 3, 14)
Y Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así (Daniel 3, 25)
Entonces los tres, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno, y diciendo (Daniel 3, 51)
Animado por el vino, mandó que le trajeran los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había robado del Templo; es decir, de la Casa de Dios en Jerusalén, para que bebieran en ellos. (Daniel 5, 2)