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Supongan, hermanos, que yo vaya donde ustedes hablando en lenguas, ¿de qué les serviría si no les llevase alguna revelación, con palabras de conocimiento, profecías o enseñanzas? (1º Carta a los Corintios 14, 6)
Lo mismo ocurre con ustedes y sus lenguas: ¿quién sabrá lo que han dicho si no hay palabras que se entiendan? Habrá sido como hablar al viento. (1º Carta a los Corintios 14, 9)
Por muchos idiomas que haya en el mundo, cada uno tiene sus palabras, (1º Carta a los Corintios 14, 10)
pero si yo no conozco el significado de las palabras, seré un extranjero para el que habla, y el que habla será un extranjero para mí. (1º Carta a los Corintios 14, 11)
Pero cuando me encuentro en la asamblea prefiero decir cinco palabras mías que sean entendidas y ayuden a los demás, antes que diez mil en lenguas. (1º Carta a los Corintios 14, 19)
Hay algo de lo que nos sentimos orgullosos: nuestra conciencia nos asegura que la santidad y la sinceridad de Dios han inspirado siempre nuestra conducta en este mundo, especialmente respecto a ustedes. No nos han movido razones humanas, sino la gracia de Dios. (2º Carta a los Corintios 1, 12)
con las palabras de verdad y con la fuerza de Dios, con las armas de la justicia, tanto para atacar como para defendernos. (2º Carta a los Corintios 6, 7)
Nuestras armas no son las humanas, pero tienen la fuerza de Dios para destruir fortalezas: todos esos argumentos (2º Carta a los Corintios 10, 4)
fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras no habladas y que nadie sabría expresar. (2º Carta a los Corintios 12, 4)
De ellos éramos también nosotros, y nos dejamos llevar por las codicias humanas, obedeciendo a los deseos de nuestra naturaleza y consintiendo sus proyectos. E íbamos directamente al castigo, lo mismo que los demás. (Carta a los Efesios 2, 3)
Por una revelación se me dio a conocer su proyecto misterioso, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. (Carta a los Efesios 3, 3)
Lo mismo se diga de las palabras vergonzosas, de los disparates y tonterías. Nada de todo eso les conviene, sino más bien dar gracias a Dios. (Carta a los Efesios 5, 4)