Found 588 Results for: plagas de Egipto

  • ¡Sube a Galaad a buscar bálsamos, virgen, hija de Egipto! ¡Pero es inútil que multipliques tus remedios, pues nada podrá sanarte! (Jeremías 46, 11)

  • Estas fueron las palabras que Yavé dirigió al profeta Jeremías, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, emprendió el ataque a Egipto: (Jeremías 46, 13)

  • Prepara tu equipaje de desterrada, hija de Egipto, que vives tan cómodamente. Nof será reducida a un desierto, a un montón de ruinas abandonadas. (Jeremías 46, 19)

  • Egipto era una linda vaquilla: un tábano del norte se ha posado sobre ella. (Jeremías 46, 20)

  • La hija de Egipto se ve derrotada, ha caído en manos del pueblo del norte. (Jeremías 46, 24)

  • Los entregaré en manos de los que quieren quitarles la vida, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de sus súbditos. Pero en el futuro Egipto será nuevamente poblado como antiguamente, dice Yavé. (Jeremías 46, 26)

  • Y todavía nos cansábamos esperando el socorro. ¡Ilusión! Desde nuestros cerros no vimos llegar a Egipto, incapaz de salvarnos. (Lamentaciones 4, 17)

  • Tendimos a Egipto nuestra mano, y a Asur, para calmar el hambre. (Lamentaciones 5, 6)

  • Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, hemos sido desobedientes con él y nos hemos rebelado en vez de escuchar su voz. (Baruc 1, 19)

  • Por eso nos sobrevinieron calamidades y la maldición que el Señor dijo a su siervo Moisés el día que sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que destila leche y miel. Vivimos entre desgracias hasta el día de hoy. (Baruc 1, 20)

  • Y ahora, Señor, Dios de Israel, tú que sacaste a tu pueblo de Egipto con firme mano, con señales y milagros, con gran poderío y brazo fuerte, haciendo así famoso tu Nombre hasta el día de hoy, (Baruc 2, 11)

  • Pero ese príncipe se rebeló contra el rey de Babilonia, envió mensajeros a Egipto para que le dieran caballos y un numeroso ejército. ¿Podrá tener éxito? ¿Podrá escaparse después de haber roto la alianza? (Ezequiel 17, 15)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina