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  • Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo no les dejó que fueran a predicar la Palabra en Asia. (Hecho de los Apóstoles 16, 6)

  • predican unas costumbres que a nosotros, los romanos, no nos está permitido aceptar ni practicar.» (Hecho de los Apóstoles 16, 21)

  • Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo estaba predicando la Palabra de Dios en Berea, fueron también allá para agitar al pueblo y crear disturbios. (Hecho de los Apóstoles 17, 13)

  • Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos preguntaban: «¿Qué querrá decir este charlatán?», mientras otros comentaban: «Parece ser un predicador de dioses extranjeros.» Porque le oían hablar de «Jesús» y de «la Resurrección». (Hecho de los Apóstoles 17, 18)

  • Incluso algunos judíos ambulantes que echaban demonios, trataron de invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: «Yo te ordeno en el nombre de ese Jesús a quien Pablo predica.» (Hecho de los Apóstoles 19, 13)

  • Después de recorrer aquellas regiones, en las que multiplicó sus predicaciones para confortar a los discípulos, llegó a Grecia. (Hecho de los Apóstoles 20, 2)

  • Saben que nunca me eché atrás cuando algo podía ser útil para ustedes. Les prediqué y enseñé en público y en las casas, (Hecho de los Apóstoles 20, 20)

  • Ahora sé que ya no me volverán a ver todos ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino. (Hecho de los Apóstoles 20, 25)

  • y gritaron: «¡Israelitas, ayúdennos! Este es el hombre que por todas partes predica a todos en contra de nuestro pueblo, de la Ley y de este Lugar Santo. Y ahora incluso ha introducido a unos griegos dentro del Templo, profanando este Lugar Santo.» (Hecho de los Apóstoles 21, 28)

  • Pablo entonces le dijo: «Dios te golpeará a ti, pared blanqueada. Estás ahí sentado para juzgarme según la Ley, y tú violas la Ley ordenando que me golpeen.» (Hecho de los Apóstoles 23, 3)

  • Muy por el contrario, empecé a predicar, primero a la gente de Damasco, luego en Jerusalén y en el país de los judíos, y por último en las naciones paganas. Y les pedía que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, mostrando en adelante los frutos de una verdadera conversión. (Hecho de los Apóstoles 26, 20)

  • Una vez satisfechos, tiraron el trigo al mar para reducir el peso del barco. (Hecho de los Apóstoles 27, 38)


“O Anjo de Deus não nos abandona jamais.” São Padre Pio de Pietrelcina