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  • Vistos de frente, los cuatro seres tenían aspecto humano, pero la cara derecha de su cuerpo era cara de león, y su cara izquierda, cara de toro. Los cuatro tenían tambiénuna cara de águila. (Ezequiel 1, 10)

  • Entre los seres había como carbones ardientes: se diría que había un baile de antorchas entre esos seres; el fuego iluminaba, y del fuego surgían relámpagos. (Ezequiel 1, 13)

  • Esos seres iban y venían como el relámpago. (Ezequiel 1, 14)

  • Al mirar bien a esos seres, vi que, en el suelo, había una rueda al lado de cada uno de ellos. (Ezequiel 1, 15)

  • Cuando los seres avanzaban, las ruedas avanzaban al lado de ellos; cuando los seres se elevaban desde la tierra, las ruedas también se elevaban. (Ezequiel 1, 19)

  • Los seres iban adonde el Espíritu quería, y las ruedas también iban allá porque el espíritu que estaba en los seres estaba también en las ruedas. (Ezequiel 1, 20)

  • Por encima de los seres se veía una como plataforma de cristal resplandeciente; (Ezequiel 1, 22)

  • Oí el batir de las alas de los seres unas contra otras, oí también el ruido de las ruedas: todo era un enorme estruendo. (Ezequiel 3, 13)

  • Cuando los querubines se detenían, las ruedas se detenían junto con ellos, porque el espíritu de estos seres estaba en ellas. (Ezequiel 10, 17)

  • Eran los mismos seres que había visto debajo del Dios de Israel junto al río Quebar, y reconocí que eran querubines. (Ezequiel 10, 20)

  • Su ramaje era hermoso y su fruto abundante, había en él comida para todos, a su sombra se protegían los animales del campo, en sus ramas anidaban los pájaros del cielo y todos los seres vivos se alimentaban de él (Daniel 4, 9)

  • De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: (Evangelio según San Lucas 2, 13)


“Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina