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  • Quien se siente en un mueble donde se haya sentado cualquiera que padezca derrame, deberá lavar sus vestidos y luego bañarse en agua, y será impuro hasta la tarde. (Levítico 15, 6)

  • Todo aquello en que se acueste durante su impureza quedará impuro, lo mismo que todo aquello sobre lo que se siente. (Levítico 15, 20)

  • Toda cama en que se acueste mientras dure su derrame será impura, como la cama en la que estuvo en tiempo de sus reglas, y cualquier mueble sobre el que se siente quedará impuro igual. (Levítico 15, 26)

  • "Bendito sea Yavé, Dios de Israel, porque hoy día me concede que uno de mi raza se siente en mi trono y que pueda yo contemplarlo con mis ojos."» (1 Reyes 1, 48)

  • En las cartas decía: «Ordenen un ayuno con una asamblea y hagan que Nabot se siente al frente de la reunión general de la ciudad. (1 Reyes 21, 9)

  • Y de entre todos mis hijos, pues Yavé me ha dado muchos hijos, eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Yavé sobre Israel. (1 Crónicas 28, 5)

  • Ustedes nunca llegarán a conocer todo lo que siente una persona, no podrán apoderarse de sus pensamientos. Entonces, ¿cómo van a comprender a Dios que hizo todas las cosas? No, hermanos, no provoquen la cólera del Señor, Dios nuestro. (Judit 8, 14)

  • Cuando siente la trompeta relincha, y olfatea de lejos el combate, las órdenes de los jefes y el grito de guerra. (Job 39, 25)

  • Pues el Señor se siente bien con su pueblo, con su salvación reviste a los humildes. (Salmos 149, 4)

  • El hombre bueno siente horror por la mentira, el malvado tira mugre y calumnia. (Proverbios 13, 5)

  • El rico paga el rescate que lo salva, pero el pobre no se siente amenazado. (Proverbios 13, 8)

  • Yavé siente horror por el sacrificio de los malvados, sobre todo si ofrecen con una mala intención. (Proverbios 21, 27)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina