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  • ¡Baja y siéntate en el suelo, virgen hija de Babel! No más trono: Siéntate en la tierra, hija de los caldeos. Ya no te llamarán más delicada y tierna. (Isaías 47, 1)

  • ni lo dejen tranquilo, hasta que restaure a Jerusalén y la ponga en un trono de honor en medio de la tierra. (Isaías 62, 7)

  • Así se expresa Yavé: ¡El cielo es mi trono y la tierra la tarima para mis pies! ¿Qué casa podrían ustedes edificarme, o en qué parte fijarían mi lugar de reposo, (Isaías 66, 1)

  • Entonces llamarán a Jerusalén «el trono de Yavé» y a su alrededor se juntarán todas las naciones, sin seguir más la dureza de sus malos corazones. (Jeremías 3, 17)

  • No nos desprecies más, por el honor de tu Nombre; no profanes más el trono de tu Gloria y no olvides tu alianza con nosotros. (Jeremías 14, 21)

  • Un trono glorioso y excelso, es nuestro Santuario: (Jeremías 17, 12)

  • Pero si ustedes me hacen caso -palabra de Yavé-, y santifican el día sábado, sin realizar en él trabajo alguno, y no entran cargados por las puertas de Jerusalén, entonces habrá reyes que se sientan en el trono de David. (Jeremías 17, 24)

  • Me has seducido, Yavé, y me dejé seducir por ti. Me tomaste a la fuerza y saliste ganando. Todo el día soy el blanco de sus burlas, toda la gente se ríe de mí. (Jeremías 20, 7)

  • Escucha la palabra de Yavé, rey de Judá que reinas sentado en el trono de David. Así te dice Yavé a ti y a tus servidores y a todo tu pueblo que entra por estas puertas: (Jeremías 22, 2)

  • Esto es lo que ha decidido Yavé sobre Salum, hijo de Josías, rey de Judá, que sucedió en el trono a su padre, y que ha salido de aquí: (Jeremías 22, 11)

  • Inscriban en el registro a este hombre así: «Sin hijos, un fracasado en su vida.» Pues nadie de su sangre logrará restablecerse sobre el trono de David para reinar en Judá. (Jeremías 22, 30)

  • Porque sin que yo los haya mandado se aprovechan de mi nombre para profetizar mentiras, dice Yavé. Respecto al que ocupa el trono de David y a toda la población de esta ciudad, hermanos de ustedes, que no los acompañaron en el destierro, (Jeremías 29, 9)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina