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  • Llora por un muerto, porque ha perdido la luz; llora por un necio, porque ha perdido la inteligencia: llora serenamente por un muerto, porque él reposa; la vida del necio, en cambio, es peor que la muerte. (Eclesiástico 22, 11)

  • El duelo por un muerto dura siete días; por el necio y el impío, todos los días de su vida. (Eclesiástico 22, 12)

  • ¿Qué cosa es más pesada que el plomo, y cómo llamarlo sino "necio"? (Eclesiástico 22, 14)

  • Acuérdate de tu padre y de tu madre, cuando te sientes en medio de los grandes, no sea que los olvides en presencia de ellos y te comportes como un necio. Porque entonces preferirías no haber nacido y maldecirías el día de tu nacimiento. (Eclesiástico 23, 14)

  • La embriaguez enfurece al necio hasta el escándalo, disminuye sus fuerzas y le provoca heridas. (Eclesiástico 31, 30)

  • Los sentimientos del necio son una rueda de carro y su conversación, como un eje que da vueltas. (Eclesiástico 33, 5)

  • No te avergüences de corregir al insensato y al necio, ni al anciano decrépito que rivaliza con los jóvenes. Así demostrarás que estás verdaderamente instruido y serás estimado por todo el mundo. (Eclesiástico 42, 8)

  • los que habitan en la montaña de Seír, los filisteos, y el pueblo necio que habita en Siquém. (Eclesiástico 50, 26)

  • Ya no se llamará noble al necio ni se dará al sinvergüenza un título honorífico. (Isaías 32, 5)

  • Porque el necio dice necedades y su corazón maquina el mal, para proceder con impiedad y proferir aberraciones contra el Señor, para dejar al hambriento con el estómago vacío y privar de bebida al sediento. (Isaías 32, 6)

  • Ciertamente, mi pueblo es necio, ellos no me conocen; son hijos insensatos, faltos de entendimiento; son sabios para hacer el mal, pero no saben hacer el bien. (Jeremías 4, 22)

  • Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; (I Corintios 1, 27)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina