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Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». (Juan 21, 16)
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. (Juan 21, 17)
Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. (Hechos 1, 13)
Desde hacía un tiempo, vivía en esa ciudad un hombre llamado Simón, el cual con sus artes mágicas tenía deslumbrados a los samaritanos y pretendía ser un gran personaje. (Hechos 8, 9)
Simón también creyó y, una vez bautizado, no se separaba de Felipe. Al ver los signos y los grandes prodigios que se realizaban, él no salía de su asombro. (Hechos 8, 13)
Al ver que por la imposición de las manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, Simón les ofreció dinero, (Hechos 8, 18)
Simón respondió: «Rueguen más bien ustedes al Señor, para que no me suceda nada de lo que acabas de decir». (Hechos 8, 24)
Pedro permaneció algún tiempo en Jope, en la casa de un curtidor llamado Simón. (Hechos 9, 43)
Envía ahora algunos hombres a Jope en busca de Simón, llamado Pedro, (Hechos 10, 5)
que se hospeda en la casa de un tal Simón, un curtidor que vive a la orilla del mar». (Hechos 10, 6)
Mientras Pedro, desconcertado, se preguntaba qué podía significar la visión que acababa de tener, llegaron los hombres enviados por Cornelio. Estos averiguaron dónde vivía Simón y se presentaron ante la puerta de la casa. (Hechos 10, 17)
Golpearon y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro. (Hechos 10, 18)