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  • Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. (Efesios 5, 9)

  • Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. (Efesios 6, 14)

  • llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios. (Filipenses 1, 11)

  • Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: (Filipenses 2, 6)

  • por el ardor de mi celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable. (Filipenses 3, 6)

  • y estar unido a él, no con mi propia justicia -la que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. (Filipenses 3, 9)

  • Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas, como ya se lo hemos dicho y atestiguado. (I Tesalonicenses 4, 6)

  • en medio de un fuego ardiente. Entonces él hará justicia con aquellos que no reconocen a Dios y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. (II Tesalonicenses 1, 8)

  • En lo que a ti concierne, hombre de Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. (I Timoteo 6, 11)

  • No cedas a los impulsos propios de la juventud y busca la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con todos los que invocan al Señor con un corazón puro. (II Timoteo 2, 22)

  • Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, (II Timoteo 3, 16)

  • Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación. (II Timoteo 4, 8)


“Nunca vá se deitar sem antes examinar a sua consciência sobre o dia que passou. Enderece todos os seus pensamentos a Deus, consagre-lhe todo o seu ser e também todos os seus irmãos. Ofereça à glória de Deus o repouso que você vai iniciar e não esqueça do seu Anjo da Guarda que está sempre com você.” São Padre Pio de Pietrelcina