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  • Los dos cuerpos formados por los que dejan el servicio el día sábado, montarán guardia en la Casa del Señor, junto al rey. (II Reyes 11, 7)

  • Los centuriones ejecutaron exactamente todo lo que les había ordenado el sacerdote Iehoiadá. Cada uno de ellos tomó a sus hombres -los que entraban de servicio y los que eran relevados el día sábado- y se presentaron ante el sacerdote Iehoiadá. (II Reyes 11, 9)

  • Por deferencia al rey de Asiria, suprimió en la Casa del Señor el pórtico del Sábado, que se había construido en el interior, y la entrada exterior reservada al rey. (II Reyes 16, 18)

  • ¿A quién has insultado y ultrajado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado bien alto tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! (II Reyes 19, 22)

  • Entre los quehatitas, sus hermanos, algunos estaban encargados de preparar cada sábado los panes de la ofrenda. (I Crónicas 9, 32)

  • ¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! (I Crónicas 16, 10)

  • Díganle: ‘¡Sálvanos, Dios de nuestra salvación! Congréganos y líbranos de las naciones, para que demos gracias a tu santo Nombre y nos gloriemos en tu alabanza’. (I Crónicas 16, 35)

  • Más aún, lo que yo poseo personalmente en oro y plata, lo entrego por amor a la Casa de mi Dios, además de todo lo que he preparado para el Templo santo: (I Crónicas 29, 3)

  • Señor, Dios nuestro, todas estas riquezas que hemos preparado para edificar una Casa a tu santo Nombre, proceden de tu mano y todo es tuyo. (I Crónicas 29, 16)

  • Hizo asimismo el recinto del Santo de los santos: su longitud, que cubría todo el ancho de la Casa, era de diez metros, y tenía diez metros de ancho. Y lo revistió con seiscientos talentos de oro fino. (II Crónicas 3, 8)

  • Hizo dos querubines, obra de escultores, en el interior del Santo de los santos, y se los revistió de oro. (II Crónicas 3, 10)

  • los cuchillos, los aspersorios, las tazas y los incensarios de oro fino; la entrada de la Casa, sus puertas interiores para el Santo de los santos, y las puertas de la nave central, todo de oro. (II Crónicas 4, 22)


“Submeter-se não significa ser escravo, mas ser livre para receber santos conselhos.” São Padre Pio de Pietrelcina