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  • Partieron de Madián y llegaron a Parán, donde se les agregaron algunos hombres de Parán. Luego entraron en Egipto y se presentaron ante el Faraón, rey de Egipto, que dio a Hadad una casa, le aseguró el sustento y le concedió tierras. (I Reyes 11, 18)

  • Ezrí, hijo de Quelub, el encargado de los agricultores que trabajaban las tierras. (I Crónicas 27, 26)

  • Mira ahora a los amonitas, a los moabitas y a los de las montañas de Seír: tú no permitiste que Israel entrara en sus tierras cuando salía de Egipto, y por eso él se apartó de ellos y no los destruyó. (II Crónicas 20, 10)

  • la tumba es su residencia perpetua, su morada por los siglos de los siglos, por más que hayan poseído muchas tierras. (Salmos 49, 12)

  • Los que habitan en las tierras más lejanas temen tus obras prodigiosas; tú haces que canten de alegría el oriente y el occidente. (Salmos 65, 9)

  • les dio las tierras de los paganos, y ellos heredaron las riquezas de los pueblos, (Salmos 105, 44)

  • Luego debía establecer extranjeros en todo su territorio y repartir entre ellos sus tierras. (I Macabeos 3, 36)

  • y Simón respondió: "Nosotros no nos hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado de los bienes de otros, sino de la herencia de nuestros padres. Nuestros enemigos la retuvieron injustamente en un momento dado, (I Macabeos 15, 33)

  • Yo haré de la tierra de Egipto la más desolada entre las tierras desoladas, y sus ciudades serán una desolación entre las ciudades en ruinas, durante cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones y los diseminaré por los países. (Ezequiel 29, 12)

  • Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, (Lucas 12, 16)

  • Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. (Juan 4, 5)

  • Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían (Hechos 4, 34)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina