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  • sino acuérdate de Yahveh tu Dios, que es el que te da la fuerza para crear la prosperidad, cumpliendo así la alianza que bajo juramento prometió a tus padres, como lo hace hoy. (Deuteronomio 8, 18)

  • Yo había subido al monte a recoger las tablas de piedra, las tablas de la alianza que Yahveh había concluido con vosotros. Permanecí en el monte cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua. (Deuteronomio 9, 9)

  • Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, después de darme las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza, (Deuteronomio 9, 11)

  • Yo me volví y bajé del monte, que ardía en llamas, llevando en mis manos las dos tablas de la alianza. (Deuteronomio 9, 15)

  • Yahveh me dijo entonces: «Labra dos tablas de piedra como las primeras y sube donde mí a la montaña; hazte también un arca de madera. (Deuteronomio 10, 1)

  • Yo escribiré en las tablas las palabras que había en las primeras que rompiste, y tú las depositarás en el arca.» (Deuteronomio 10, 2)

  • Hice un arca de madera de acacia, labré dos tablas de piedra como las primeras y subí a la montaña con las dos tablas en la mano. (Deuteronomio 10, 3)

  • Yo volví a bajar del monte, puse las tablas en el arca que había hecho y allí quedaron, como me había mandado Yahveh. (Deuteronomio 10, 5)

  • Yahveh separó entonces a la tribu de Leví para llevar el arca de la alianza de Yahveh, sirviéndole y dando la bendición en su nombre hasta el día de hoy. (Deuteronomio 10, 8)

  • Si hay en medio de ti, en alguna de las ciudades que Yahveh tu Dios te da, un hombre o una mujer que haga lo que es malo a los ojos de Yahveh tu Dios, violando su alianza, (Deuteronomio 17, 2)

  • Estas son las palabras de la alianza que Yahveh mandó a Moisés concluir con los israelitas en el país de Moab, aparte de la alianza que había concluido con ellos en el Horeb. (Deuteronomio 28, 69)

  • Guardad, pues, las palabras de esta alianza y ponedlas en práctica, para que tengáis éxito en todas vuestras empresas. (Deuteronomio 29, 8)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina