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Pe. El Rostro de Yahveh los dispersó, no volverá a mirarlos. No hubo respeto para los sacerdotes, ni piedad para los ancianos. (Lamentaciones 4, 16)
y lo enviaron a Jerusalén, al sacerdote Joaquín, hijo de Jilquías, hijo de Salom, a los demás sacerdotes y a todo el pueblo que se encontraba con él en Jerusalén. (Baruc 1, 7)
a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas y a nuestros padres. (Baruc 1, 16)
Ocurre a veces que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata y lo emplean en sus propios gastos, y llegan a dárselo incluso a las prostitutas de la terraza. (Baruc 6, 9)
Lo mismo que a uno que ha ofendido al rey se le cierran bien las puertas, como que está condenado a muerte, así los sacerdotes aseguran las casas de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por los ladrones. (Baruc 6, 17)
Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas; también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni al enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en estado de impureza tocan sus víctimas. (Baruc 6, 27)
Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las túnicas desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta; (Baruc 6, 30)
Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus hijos. (Baruc 6, 32)
Y cuando les sobrevienen guerras o calamidades, los sacerdotes deliberan entre sí dónde esconderse con ellos. (Baruc 6, 48)
Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de madera, dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo, pero ellos serán, como postes, presa de las llamas. (Baruc 6, 54)
Sus sacerdotes han violado mi ley y profanado mis cosas sagradas; no han hecho diferencia entre lo sagrado y lo profano, ni han enseñado a distinguir entre lo puro y lo impuro; se han tapado los ojos para no ver mis sábados, y yo he sido deshonrado en medio de ellos. (Ezequiel 22, 26)
Me dijo: «Esta sala que mira al mediodía está destinada a los sacerdotes que cumplen el ministerio de la Casa. (Ezequiel 40, 45)