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  • Pero a mi siervo Caleb, ya que fue animado de otro espíritu y me obedeció puntualmente, le haré entrar en la tierra donde estuvo, y su descendencia la poseerá. (Números 14, 24)

  • Sirven para recordar a los israelitas que no se acerque ningún laico, que no sea de la descendencia de Aarón, a ofrecer el incienso delante de Yahveh; no le ocurra lo que a Coré y a su cuadrilla, según se lo había dicho Yahveh por medio de Moisés. (Números 17, 5)

  • Todo lo reservado de las cosas sagradas que los israelitas reservan a Yahveh, te lo doy a ti y a tus hijos e hijas, por decreto perpetuo. Alianza de sal es ésta, para siempre, delante de Yahveh, para ti y tu descendencia.» (Números 18, 19)

  • Sale un héroe de su descendencia, domina sobre pueblos numerosos. Se alza su rey por encima de Agag, se alza su reinado. (Números 24, 7)

  • Habrá para él y para su descendencia después de él una alianza de sacerdocio perpetuo. En recompensa de haber sentido celo por su Dios, celebrará el rito de expiación sobre los israelitas.» (Números 25, 13)

  • Hijos de Judá: Er y Onán. Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. (Números 26, 19)

  • Los hijos de Judá, por clanes, eran: de Selá, el clan selanita; de Peres, el clan peresita; de Zéraj, el clan zerajita. (Números 26, 20)

  • Esos eran los clanes de Judá. Según el censo fueron contados: 76.500. (Números 26, 22)

  • Estos son sus nombres: por la tribu de Judá, Caleb, hijo de Yefunné; (Números 34, 19)

  • Mirad: Yo he puesto esa tierra ante vosotros; id a tomar posesión de la tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a su descendencia después de ellos.» (Deuteronomio 1, 8)

  • Porque amó a tus padres y eligió a su descendencia después de ellos, te sacó de Egipto personalmente con su gran fuerza, (Deuteronomio 4, 37)

  • Y con todo, sólo de tus padres se prendó Yahveh y eligió a su descendencia después de ellos, a vosotros mismos, de entre todos los pueblos, como hoy sucede. (Deuteronomio 10, 15)


“Rezai e continuai a rezar para não ficardes entorpecidos”. São Padre Pio de Pietrelcina