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  • Esta sentencia viene del Señor sobre toda carne, ¿por qué desaprobar el agrado del Altísimo? Ya se viva diez, cien, mil años, no se reprocha en el seol la vida. (Eclesiástico 41, 4)

  • Por su palabra puso fin a los prodigios, y le glorificó delante de los reyes; le dio para su pueblo mandamientos, y le mostró algo de su gloria. (Eclesiástico 45, 3)

  • Le hizo oír su voz, y le introdujo en la calígine; cara a cara le dio los mandamientos, la ley de vida y de saber, para enseñar a Jacob su alianza, y sus decretos a Israel. (Eclesiástico 45, 5)

  • Le dio, por sus mandamientos, potestad sobre las prescripciones legales, para enseñar a Jacob sus dictámenes e ilustrar a Israel en su ley. (Eclesiástico 45, 17)

  • Por eso le dieron gloria por diez mil, y le alabaron con las bendiciones del Señor, ofreciéndole la diadema de gloria. (Eclesiástico 47, 6)

  • Porque diez yugadas de viña darán sólo una medida, y una carga de simiente producirá una medida.» (Isaías 5, 10)

  • Mira, voy a hacer retroceder a la sombra diez gradas de las que ha descendido el sol por las gradas de Ajaz. Y desanduvo el sol diez gradas por las que había descendido. (Isaías 38, 8)

  • Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh el año diez de Sedecías, rey de Judá - o sea, el año dieciocho de Nabucodonosor: (Jeremías 32, 1)

  • Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, de linaje real, se dirigió en compañía de algunos grandes del rey y diez hombres a Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y allí en Mispá comieron juntos. (Jeremías 41, 1)

  • Se levantó Ismael, hijo de Netanías, y los diez que estaban con él, y acuchillaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y dieron muerte a aquel a quien el rey de Babilonia había encargado del país. (Jeremías 41, 2)

  • Entre aquellos hombres hubo diez que dijeron a Ismael: «No nos mates, que en el campo tenemos escondites de trigo, cebada, aceite y miel.» Y no les mató como a sus hermanos. (Jeremías 41, 8)

  • Pues bien, al cabo de diez días fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías. (Jeremías 42, 7)


“Há alegrias tão sublimes e dores tão profundas que não se consegue exprimir com palavras. O silêncio é o último recurso da alma, quando ela está inefavelmente feliz ou extremamente oprimida!” São Padre Pio de Pietrelcina