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No consentiré que vuelvas a oír el ultraje de las naciones, no sufrirás más los insultos de los pueblos, y no volverás a privar de hijos a tu nación, oráculo del Señor Yahveh. (Ezequiel 36, 15)
Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos. (Ezequiel 37, 22)
El cuerno roto y los cuatro cuernos que despuntaron en su lugar, son cuatro reinos salidos de su nación, pero que no tendrán su fuerza. (Daniel 8, 22)
Porque una nación ha subido contra mi tierra, fuerte e innumerable: sus dientes son dientes de león, y tienen muelas de leona. (Joel 1, 6)
venderé vuestros hijos y vuestras hijas en manos de los hijos de Judá, y ellos los venderán a los sabeos, a una nación lejana, ¡porque ha hablado Yahveh!» (Joel 4, 8)
¡Pero he aquí que yo suscito contra vosotros, casa de Israel, - oráculo del Señor Yahveh, Dios Sebaot - una nación que os oprimirá desde la Entrada de Jamat hasta el torrente de la Arabá! (Amós 6, 14)
El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Miqueas 4, 3)
De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahveh sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre. (Miqueas 4, 7)
¡Ay de los habitantes de la liga del mar, la nación de los kereteos! Palabra de Yahveh contra vosotros: «Canaán, tierra de los filisteos, te destruiré, te dejaré sin habitantes; (Sofonías 2, 5)
Por eso, ¡por mi vida - oráculo de Yahveh Sebaot, Dios de Israel - que Moab quedará como Sodoma, y los habitantes de Ammón como Gomorra: cardizal, mina de sal, desolación para siempre! El Resto de mi pueblo los saqueará, lo que quede de mi nación los heredará. (Sofonías 2, 9)
Entonces Ageo tomó la palabra y dijo: «Así es este pueblo, así esta nación delante de mí, oráculo de Yahveh, así toda la labor de sus manos y lo que ofrecen aquí: ¡impuro es!» (Ageo 2, 14)
De maldición estáis malditos, porque me defraudáis a mí vosotros, la nación entera. (Malaquías 3, 9)