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  • Ciudad, pues, de proceder como Yahveh vuestro Dios os ha mandado. No os desviéis ni a derecha ni a izquierda. (Deuteronomio 5, 32)

  • las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas. (Deuteronomio 6, 9)

  • Las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas, (Deuteronomio 11, 20)

  • deberás pasar a filo de espada a los habitantes de esa ciudad; la consagrarás al anatema con todo lo que haya dentro de ella; (Deuteronomio 13, 16)

  • amontonarás todos sus despojos en medio de la plaza pública y prenderás fuego a la ciudad con todos sus despojos, todo ello en honor de Yahveh tu Dios. Quedará para siempre convertida en un montón de ruinas, y no volverá a ser edificada. (Deuteronomio 13, 17)

  • Cada tres años apartarás todos los diezmos de tus cosechas de ese año y los depositarás a tus puertas. (Deuteronomio 14, 28)

  • sacarás a las puertas de tu ciudad a ese hombre o mujer, culpables de esta mala acción, y los apedrearás, al hombre o a la mujer, hasta que mueran. (Deuteronomio 17, 5)

  • los ancianos de su ciudad mandarán a prenderle allí, y le entregarán en manos del vengador de sangre, para que muera. (Deuteronomio 19, 12)

  • Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz. (Deuteronomio 20, 10)

  • Si ella te responde con la paz y te abre sus puertas, todo el pueblo que se encuentre en ella te deberá tributo y te servirá. (Deuteronomio 20, 11)

  • las mujeres, los niños, el ganado, todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, lo tomarás como botín. Comerás los despojos de los enemigos que Yahveh tu Dios te haya entregado. (Deuteronomio 20, 14)

  • Si, al atacar una ciudad, tienes que sitiarla mucho tiempo para tomarla, no destruirás su arbolado metiendo en él el hacha; te alimentarás de él sin talarlo. ¿Son acaso hombres los árboles del campo para que los trates como a sitiados? (Deuteronomio 20, 19)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina