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  • Como se funde la plata en el horno, así seréis fundidos vosotros dentro de la ciudad y sabréis que yo, el Señor, he desencadenado mi furor contra vosotros". (Ezequiel 22, 22)

  • Aquellos que no se prosternen y la adoren serán al punto arrojados en un ardiente horno de fuego". (Daniel 3, 6)

  • y que aquellos que no se postren para adorarla sean arrojados en un ardiente horno de fuego. (Daniel 3, 11)

  • ¿Estáis dispuestos cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos musicales a postraros y adorar la estatua que he hecho? Si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados en un ardiente horno de fuego; y ¿qué Dios os podrá librar de mis manos?". (Daniel 3, 15)

  • Si nuestro Dios, a quien nosotros veneramos, quiere librarnos del ardiente horno de fuego y de tus manos, oh rey, nos librará. (Daniel 3, 17)

  • Entonces Nabucodonosor, lleno de furor y con el rostro desencajado de ira contra Sidrac, Misac y Abdénago, dio orden de que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente (Daniel 3, 19)

  • y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al ardiente horno de fuego. (Daniel 3, 20)

  • Éstos, vestidos con sus túnicas, ropas y gorros, fueron atados y arrojados en el ardiente horno de fuego. (Daniel 3, 21)

  • Como la orden del rey era apremiante y el horno estaba muy encendido, las llamas alcanzaron y mataron a los hombres que llevaban a Sidrac, Misac y Abdénao, (Daniel 3, 22)

  • mientras que Sidrac, Misac y Abdénago cayeron atados dentro del horno de fuego. (Daniel 3, 23)

  • Los siervos del rey que los habían echado en el horno no cesaban de atizar el fuego con nafta, pez, estopa y sarmientos. (Daniel 3, 46)

  • La llama se levantaba por encima del horno unos veinticinco metros, (Daniel 3, 47)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina