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Tobit murió en paz a la edad de ciento doce años y fue dignamente sepultado en Nínive. Tenía sesenta y dos años cuando se quedó ciego. Después de recuperar la vista abundó en bienes e hizo limosnas; continuó alabando a Dios y celebrando su grandeza. (Tobías 14, 2)
Al año siguiente, Lisias reclutó sesenta mil hombres de infantería y cinco mil de caballería para luchar contra los judíos. (I Macabeos 4, 28)
Ellos le creyeron; pero arrestó a sesenta hombres y los ejecutó en el mismo día, según la palabra de la Escritura: (I Macabeos 7, 16)
Además, los sesenta kilos de plata con que se gravaban las entradas del templo quedarán para los sacerdotes que ejercen su ministerio. (I Macabeos 10, 42)
Antíoco robó sesenta y un mil kilos de plata del templo, y partió rápidamente para Antioquía, pensando en su orgullo y soñando en su vanagloria que podría navegar por tierra y andar a pie por el mar. (II Macabeos 5, 21)
Nicanor se proponía obtener sesenta y ocho mil kilos de plata con la venta de esclavos judíos, para pagar el tributo debido por el rey a los romanos. (II Macabeos 8, 10)
Ella: Es la litera de Salomón: sesenta próceres la escoltan, son la flor de Israel. Todos expertos en la espada, veteranos de la guerra; cada uno lleva su espada al flanco, en previsión de sorpresas nocturnas. (Cantar 3, 7)
Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, y las doncellas son sin número. (Cantar 6, 8)
Entre los ciudadanos hizo prisionero a un eunuco, comisario de los hombres de guerra, y a siete familiares del rey que fueron encontrados en la ciudad; al secretario del jefe del ejército, encargado del reclutamiento, y a sesenta hombres del pueblo que se encontraban en la ciudad. (Jeremías 52, 25)
Y recibió el reino Darío el medo, a la edad de sesenta y dos años. (Daniel 6, 1)
Sábelo, pues, y entiéndelo bien: Desde que se dio la orden de restaurar Jerusalén hasta que surja un príncipe ungido, habrá siete semanas. Durante sesenta y dos semanas, plaza y muros serán restaurados en medio de la angustia de los tiempos. (Daniel 9, 25)
Después de las sesenta y dos semanas, matarán a un ungido inocente. La ciudad y el santuario serán destruidos por un príncipe que ha de venir. Su fin será en un cataclismo, y hasta el final habrá guerra y devastaciones decretadas. (Daniel 9, 26)