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  • Los jóvenes de Heliópolis y de Bubastis caerán a espada y sus mujeres irán al destierro. (Ezequiel 30, 17)

  • "Hijo de hombre, he roto el brazo del Faraón, rey de Egipto, y no ha sido vendado. No se le han aplicado medicamentos ni vendas para que, recobrado el vigor, pueda de nuevo empuñar la espada. (Ezequiel 30, 21)

  • Por tanto, esto dice el Señor Dios: Aquí estoy contra el Faraón, rey de Egipto. Le despedazaré los dos brazos, el brazo sano y el que está roto, y haré que la espada caiga de su mano. (Ezequiel 30, 22)

  • Robusteceré los brazos del rey de Babilonia, pondré en su mano mi espada y romperé los brazos del Faraón, que gemirá ante él, como un herido de muerte. (Ezequiel 30, 24)

  • Sí, robusteceré los brazos del rey de Babilonia, mientras que los brazos del Faraón caerán. Sabrán entonces que yo soy el Señor, cuando ponga mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la esgrima sobre la tierra de Egipto. (Ezequiel 30, 25)

  • También bajaron con él al reino de la muerte, junto a los atravesados por la espada, aquellos que moraban a su sombra en medio de las naciones. (Ezequiel 31, 17)

  • ¿A quién te pareces en majestad y grandeza de entre los árboles de Edén? Pues también tú serás precipitado con los árboles de Edén a las moradas subterráneas, y entre incircuncisos yacerás con las víctimas de la espada. Tal será la suerte del Faraón y de todos sus súbditos", dice el Señor Dios. (Ezequiel 31, 18)

  • Por ti llenaré de terror a muchos pueblos y sus reyes; por tu causa se estremecerán de espanto, cuando yo blanda mi espada ante ellos; sin tregua temblarán por su propia vida el día de tu caída". (Ezequiel 32, 10)

  • Pues esto dice el Señor Dios: "La espada del rey de Babilonia te alcanzará. (Ezequiel 32, 11)

  • Abatiré a tu población innumerable por la espada de guerreros, todos ellos los más feroces de los pueblos; aniquilarán el orgullo de Egipto y será exterminada toda su población. (Ezequiel 32, 12)

  • Caerán en medio de los atravesados por la espada. La espada está entregada: desplómese Egipto con toda su muchedumbre. (Ezequiel 32, 20)

  • Los héroes más ilustres, con sus asistentes, le hablarán de en medio del abismo. ¡Han caído, yacen entre incircuncisos, víctimas de la espada! (Ezequiel 32, 21)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina