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  • Vuestro oro y vuestra plata se han puesto roñosos, y su roña será un testimonio en contra vuestra y devorará vuestra carne como fuego. Atesorasteis en los últimos días. (Santiago 5, 3)

  • Hermanos míos, ante todo no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni con cualquier otro juramento, sino que vuestro "sí" sea "sí" y vuestro "no", "no", para no incurrir en condenación. (Santiago 5, 12)

  • Oró de nuevo, y el cielo dio la lluvia y la tierra produjo su fruto. (Santiago 5, 18)

  • a una herencia incorruptible incontaminada e imperecedera reservada en el cielo para vosotros, (I Pedro 1, 4)

  • para que la pureza de vuestra fe mucho más preciosa que el oro que aunque acrisolado por el fuego se corrompe aparezca digna de alabanza de gloria y de honor cuando tenga lugar la manifestación de Jesucristo, (I Pedro 1, 7)

  • y Dios les hizo saber que lo que ellos anunciaban no era para ellos sino para vosotros esto es lo que ahora os anuncian los que predican el evangelio con el poder del Espíritu Santo enviado del cielo esto es lo que los mismos ángeles están deseando contemplar. (I Pedro 1, 12)

  • el cual una vez sometidos los ángeles las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios. (I Pedro 3, 22)

  • Queridos hermanos, no os extrañéis, como si fuera algo raro, de veros sometidos al fuego de la prueba; (I Pedro 4, 12)

  • Esta voz bajada del cielo la oímos nosotros cuando estábamos con él en el monte santo, (II Pedro 1, 18)

  • como a Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, que, al igual que aquéllas, se dedicaron a la lujuria y la homosexualidad y quedaron como ejemplo, sujetas a la pena del fuego eterno. (Judas 1, 7)

  • a unos salvadlos, arrancadlos del fuego; a otros, tenedlos compasión, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica manchada por su cuerpo. (Judas 1, 23)

  • Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; sus ojos, como una llama de fuego; (Apocalipsis 1, 14)


“O mal não se vence com o mal, mas com o bem, que tem em si uma força sobrenatural.” São Padre Pio de Pietrelcina