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Uno dirá: Yo soy del Señor; otro se llamará con el nombre de Jacob; otro escribirá en su mano: Del Señor, y con el nombre de Israel será llamado. (Isaías 44, 5)
Recuerda esto, Jacob, y tú, Israel, que eres mi siervo. Yo te he formado, siervo mío eres, Israel; no te olvidaré. (Isaías 44, 21)
Gritad de gozo, cielos, porque el Señor lo ha hecho; alegraos, honduras de la tierra; lanzad gritos de júbilo, montañas, y tú, bosque, con todos tus árboles, porque el Señor ha redimido a Jacob y ha manifestado su gloria en Israel. (Isaías 44, 23)
Por amor de mi siervo Jacob y de Israel, mi elegido, te he llamado por tu nombre, renombre te he dado antes que me conocieras. (Isaías 45, 4)
No he hablado en secreto, en un rincón tenebroso de la tierra; no he dicho a la raza de Jacob: ¡Buscadme en el vacío! Yo, el Señor, predico la justicia y anuncio el derecho. (Isaías 45, 19)
Escuchadme, casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, que habéis sido llevados por mí desde el vientre, sostenidos desde el seno materno. (Isaías 46, 3)
Escucha esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel, los salidos de la simiente de Judá, que juráis por el nombre del Señor y celebráis al Dios de Israel, mas sin verdad ni justicia. (Isaías 48, 1)
Escúchame, Jacob, y tú, Israel, a quien yo he llamado: Yo, soy yo el primero, y soy también el último. (Isaías 48, 12)
¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos! Con gritos de júbilo anunciad y proclamad esto, publicadlo hasta los confines de la tierra. Decid: El Señor ha redimido a su siervo Jacob. (Isaías 48, 20)
Y ahora ha hablado el Señor, que desde el seno me formó para ser siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él y reunir con él a Israel -pues glorioso era yo a los ojos del Señor y mi Dios era mi fortaleza-; (Isaías 49, 5)
y dice: Poca cosa es que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de nuevo a los supervivientes de Israel. Yo te he puesto como luz de las gentes, para que llegue mi salvación hasta los extremos de la tierra. (Isaías 49, 6)
A tus opresores haré comer su propia carne, de su misma sangre se embriagarán como de vino nuevo. Y todo mortal sabrá que yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor, el fuerte de Jacob. (Isaías 49, 26)